Justo en el año en que  parecía que peor se había reforzado el Liverpool, y tras una nefasta temporada, han ejecutado, contra todo pronóstico, una vuelta a la luchas por, si ya no el título liguero, del que a estas alturas aún no se le puede descolgar, sí a pelear por la Champions League.

Un Kolo Touré mayor y con muy poca regularidad en las últimas temporadas, un Aly Cissokho que venía de decepcionar durante el curso pasado en Valencia, un Thiago Ilori aún inmaduro, y gente como Luís Alberto, o Iago Aspas, con ninguna o poca experiencia en la élite, no invitaban precisamente al optimismo. Lo único salvable, quizás, la llegada de Mignolet.

Steven Gerrard envejece, sí, parece mentira, pero así es. Luís Suárez empezó sin poder jugar por su famosa sanción en liga, Sturridge era una incógnita, Coutinho no despegaba, y Sterling se quedaba atrás. Pero no, todo eso, todo lo malo que he dicho, se ha evaporado.

Ya sin Suárez, la temporada no empezó del todo mal, se ganaba contra los rivales pequeños, con los que antes en muchas ocasiones, como mucho, se tenía la suerte de empatar, y ahora ganaban sin demasiados apuros.

Con la vuelta de Suárez, además, empezó a crecer todo el equipo. Se acabaron los errores infantiles continuados en defensa. Se acabaron las complicaciones en ataque por falta de ideas de los jugadores de tres cuartos. Se acabó la falta de gol. Se acabó todo lo malo.

Solo faltaba un requisito, ganar a los de arriba, o al menos a algunos de ellos, y sí, con la victoria en Old Trafford, se acabó también este fantasma. Parece que el Liverpool, aunque no se acerca a lo que fue años atrás, pretende volver a serlo.


Brendan Rodgers es culpable, guste o no guste, de esta situación. Ha compactado un grupo muy sólido y ha logrado que los jugadores descontentos, lo den todo de nuevo por la camiseta del Liverpool. 

Jose Sousa (@Sousa_Murillo)