Comenzar un proyecto futbolístico al más alto nivel debe ser
de lo más difícil que ha de hacer un entrenador profesional cada vez que
pretende emprender algo nuevo. Pero hay quien tiene un toque especial para
ello. Claro, hablo de Joaquín Caparrós.
Repasar su trayectoria es hablar de demasiados equipos, así
que me voy a centrar en que la gente se pare a pensar por un momento lo que
hizo en Primera división, porque no es nada fácil.
El técnico sevillano cogió al club del Sánchez Pizjuán en
una situación de urgente e imperiosa necesidad de crecimiento y tuvo que lidiar
con muchos problemas. Pero bueno, un entrenador con la personalidad de
Caparrós, demostró que la cantera es buena en tiempos de mala cara. Reyes,
Sergio Ramos, y otros que no llegaron a tanto por diferentes circunstancias.
Al margen de esto, dejó el camino libre para que Juande
Ramos lograse todo aquello que más tarde lograría. Gente como Alfaro,
Navarro y la ayuda de fichajes
consiguieron un gran desenlace. Quien comenzó todo ello fue Joaquín Caparrós,
pero pocos se acuerdan.
Llegó el momento de partir, y Caparrós lo tenía claro,
Sevilla ya no era su lugar, por lo que marchó mucho más al Norte, a Coruña. El
Deportivo era un club que tiraba muy poco de cantera, y por ahí era muy
complicado descubrir a jugadores, pero se basó en fichar a talentos de otras
canteras que sí tenían relumbrón y no lograban tener oportunidades.
Pues no se le dio mal fichando a jóvenes, Filipe Luis,
actual creador de orgasmos ante la muchedumbre que se altera con el Atlético de
Madrid, o un Juan Rodríguez que empezaba a dar que hablar, aunque ahí se quedó,
rindieron majestuosamente. El desenlace del Deportivo se dio de manera triste
por circunstancias económicas, pero había una base para estar actualmente
peleando por puestos europeos.
Otra vez tocaba marchar. Bilbao era buen destino para quien
quería juventud y cantera, para quien deseaba explotar un talento descomunal
que no podía irse del antiguo San Mamés. Pues bien, Fernando Llorente empezó a
ser el que actual conocemos, Javi Martínez empezaba a asomar la cabeza, Iraola
rindió espectacularmente, y sobre todo se descubrió a Íker Muniain, explosivo y
con calidad, como él solo.
Las críticas se centraban en que el Athletic no plantaba
cara en las citas grandes, pero si Bielsa pudo hacer el temporadón que hizo, y
esto nadie ha de atreverse a negármelo, es porque Caparrós puso los mimbres.
Pero como siempre, es difícil de reconocer el trabajo del que solo se dedica a
eso, y no a dejar destellos de ser más listo que el resto.
Salió por la puerta de atrás, incomprensiblemente desde
fuera de Bilbao, y a mitad de temporada fue a caer a un Mallorca medio
arruinado en los despachos y en problemas deportivos. Sacó a relucir la cantera
de la isla, dio protagonismo a quien lo quería, como el caso de Casadesús, y
estos respondieron con la salvación.
Pero los milagros son cosas difíciles de realizar, y pese a
un gran inicio de temporada la siguiente campaña, se empezó a truncar la cosa,
con el desenlace que todos conocemos. Despido de Caparrós, con un descenso
final que con él sigo convencido que se hubiese evitado.
Por último, recibió la llamada del Levante en verano, se
sigue confiando en él. Proyecto de gente experimentada para mezclar con la
cantera. Logra resultados, hace crecer a gente como Navas, Camarassa o Rubén, y
asienta a experimentados como El Zhar, Barral o Diop.
Desde luego, se puede tildar a Caparrós de muchas cosas, y
la primera seguramente será rácana, pero a falta de 12 jornadas tiene
virtualmente salvado a su equipo y con serias posibilidades de acabar peleando
por la UEFA Europa League. Sabe comenzar proyectos, y demostrado queda, pero,
¿sabrá terminarlos alguna vez? Es el culmen que necesita para su carrera.
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